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«JARDINES EFÍMEROS (ME ACUERDO)» - JAVIER SERRANO SÁNCHEZ

Ya está a la venta la obra titulada Jardines efímeros, que sigue la estela que dejó el norteamericano Joe Brainard con su original y aparentemente simple obra titulada I remember, editada en 1970, y continuada después por el francés Georges Perec en su libro Je me souviens (1978). «Siento que realmente no estoy escribiéndolo, sino que más bien soy yo el que está siendo escrito. Siento también que trata sobre todos los demás tanto como sobre mí mismo, y eso me agrada», escribía el de Arkansas.
Jardines efímeros es un cajón de sastre de reminiscencias individuales y a menudo colectivas, generacionales a veces (de esa generación que nació a finales de los 60), un collage de fogonazos que comienzan con el evocador «… me acuerdo…», una miscelánea de recuerdos que remiten a distintas épocas y lugares, recuerdos a veces tristes, incluso trágicos, y otras divertidos; una mixtura de personas y personajes, de fragmentos de películas y de libros, de lugares físicos y lugares comunes, de olores y sabores, de programas de televisión y de radio… que afloran, que regresan al presente, revelados sin ningún orden ni lógica por el azar o la asociación de ideas, o que, parafraseando a Perec, por un milagro son arrancados de su insignificancia y reencontrados por unos instantes, provocando unos segundos de una impalpable y pequeña nostalgia.
Jardines efímeros o la persistencia de un estímulo a través del tiempo, más allá de su presencia física; un viaje al pasado, un ir y venir por aquellos jardines efímeros por los que nunca más se ha de transitar y que sin embargo siempre permanecerán ahí.

El libro se puede adquirir en librerías y en la página web de la editorial: www.librosdeitaca.com


«ME ACUERDO (JE ME SOUVIENS)» (y 2) - GEORGES PEREC

Textos extraídos del libro Me acuerdo, de Georges Perec, publicado por Berenice y traducido por Yolanda Morató.

220

Me acuerdo de que se contaba que Bernard Buffet era pobre y que, «loco de pintura», se vio obligado a pintar ¡en sus propias sábanas!

225

Me acuerdo de que Boris Vian falleció a la salida de la proyección de una película basada en su libro Escupiré sobre vuestra tumba.

256

Me acuerdo de que las principales víctimas del macartismo en el campo del cine fueron los directores Cyril Entfield, John Berry, Jules Dassin y Joseph Losey, al igual que el guionista Dalton Trumbo. Todos se exiliaron, salvo Dalton Trumbo que, durante muchos años, tuvo que trabajar con pseudónimos.

266

Me acuerdo del tenis-barba: contábamos los barbudos que pasaban por la calle. 15 para el primero, 30 para el segundo, 40 para el tercero y juego para el cuarto.

290

Me acuerdo de «Chérie je t´aime, chéire je t´adore» (conocida también como «Moustapha»), interpretada por Bob Azzam y su orquesta.

294

Me acuerdo de que el personaje central de El extranjero se llama Antoine (?) Meursault: a menudo se ha señalado que no se suele recordar su nombre.

303

Me acuerdo de lo que me costó comprender lo que significaba la expresión «sin solución de continuidad.

336

Me acuerdo también de que cuando L´Express se puso el subtítulo «El semanario de la Nouvelle Vague», Le Canard enchaîné señaló que de un órgano de prensa se esperaría más bien que se jactara de dar noticias precisas.

360

Me acuerdo de un vigilante del instituto Claude-Bernard que llevaba una bufanda amarilla; fue entonces cuando me enteré de que el amarillo era el color de los cornudos.

451

Me acuerdo de Robert Mitchum cuando decía «Children…» en la película de Charles Laughton La noche del cazador.

«ME ACUERDO (JE ME SOUVIENS)» (1) – GEORGES PEREC

Textos extraídos del libro Me acuerdo, de Georges Perec, publicado por Berenice y traducido por Yolanda Morató.

Georges Perec
39

Me acuerdo de que sorprendieron a un corredor de los 400 metros mientras intentaba robar en los vestuarios de un estadio (y de que, para librarse de la cárcel, fue obligado a alistarse en la guerra de Indochina).

43

Me acuerdo del Adagio de Albinoni.

50

Me acuerdo de la época en la que Sacha Distel era guitarrista de jazz.

51

Me acuerdo de los autobuses de plataforma: cuando uno quería bajarse en la siguiente parada, tenía que tocar el timbre, pero ni demasiado cerca de la estación anterior ni demasiado cerca de la estación en cuestión.

62

Me acuerdo de los scubidús.

64

Me acuerdo de lo agradable que era estar enfermo en el internado e ir a la enfermería.

68

Me acuerdo de la época en la que eran necesarios muchos meses, e incluso más de un año de espera, para tener un coche nuevo.

70

Me acuerdo de las secciones en revistas infantiles «¿Verdadero o falso?», «¿Sabías que…?», «Increíble pero cierto».

86

Me acuerdo de que Alain Delon era charcutero (¿o era ayudante de carnicero?) en Montrouge.

87

Me acuerdo de que Caravan, de Duke Ellington, era una rareza discográfica y de que, durante muchos años, supe de su existencia sin haberla escuchado jamás.

109

Me acuerdo de la moda de las trencas.

116

Me acuerdo de que en Un mendigo original, había dos perros; uno de ellos se llamaba «Get out of it» y el otro, «You too».

117

Me acuerdo de que, antes de la guerra, Jean Gabin tenía que morir, por contrato, al final de todas sus películas.

125

Me acuerdo de que Kruschev golpeó la tribuna de la O.N.U. con su zapato.

136

Me acuerdo de cuando volvíamos de vacaciones, el 1 de septiembre, y de que todavía quedaba por delante un mes entero sin colegio.

143

Me acuerdo de cuando creía que las primeras botellas de Coca-Cola —las que bebieron los soldados americanos durante la guerra— contenían benzedrina (y que yo estaba muy orgulloso de saber que era el nombre científico del Maxiton).

146

Me acuerdo del canguelo que tenía —en el internado— de que me enceraran la polla.

152

Me acuerdo de que Warren Beatty es el hermano pequeño de Shirley McLaine.

160

Me acuerdo de que los ciclistas tenían una cámara de repuesto enrollada en ocho alrededor de los hombros.

179

Me acuerdo de que el día después de la muerte de Gide, Mauriac recibió este telegrama: «El infierno no existe. Suéltate el pelo. Stop. Gide».

211

Me acuerdo de un queso que se llamaba «La Vaca Seria» («La Vaca que Ríe» los llevó a juicio y ganó).

«ME ACUERDO (I REMEMBER)» (y 3) - JOE BRAINARD

Joe Brainard
Fragmentos extraídos de «Me acuerdo», la obra de Joe Brainard publicada por Sexto Piso y traducida por Julia Osuna Aguilar.


Me acuerdo de mujeres rubias a las que, si les está dando el sol de lleno, no puedes ni mirarlas.

Me acuerdo de los vestuarios. Y del olor de los vestuarios.

Me acuerdo de que me preguntaba si las niñas también se tiraban pedos.

Me acuerdo de cuando los negros empezaron a mudarse a barrios de blancos. De cómo todo el mundo se echaba a temblar si un negro se mudaba a su vecindario porque el valor de las propiedades bajaba.

Me acuerdo de la «mujer de los gatos», que siempre iba vestida de negro. Y con varias capas de medias. Una encima de otra encima de otra. Le llamaban la «mujer de los gatos» porque por la noche iba por ahí dándole de comer a los gatos. Tenía el pelo tan enmarañado que no creo que pudiese pasarse un peine. Se pasaba el día dando vueltas por las calles haciendo no sé muy bien qué. Nunca iba sin su carrito lleno de bolsas de papel llenas de sólo Dios sabe qué. Según ella, había otras mujeres de los gatos que cuidaban de los gatos de otras zonas del Lower East Side. Hasta qué punto estaban organizadas estas mujeres eso ya no lo sé.

Me acuerdo de arcoíris que me defraudaron.

Me acuerdo de intentar no quedarme mirando a la gente que tenía audífono. (O intentar mirarlos con naturalidad)

Me acuerdo de una vez que me miré minuciosamente la polla y los huevos y de lo asquerosos que me parecieron.

Me acuerdo de que Rock Hudson, Charlie Chaplin y Lyndon Johnson tenían pollas enormes.

Me acuerdo del derecho parlamentario. De las preguntas tipo test. Y de las cortinas de papel.

Me acuerdo de que un año le compré un frasco pequeño de Chanel número 5 a mi madre pero mi padre se enteró de lo que me había costado y tuve que devolverlo.

Me acuerdo de que me daban lástima los niños de la escuela, o de la iglesia, que tenían madres feas.

Me acuerdo de varias veces en las que me pusieron el termómetro en el culo y del miedo que tenía a que se colase y se perdiese dentro, o se rompiese.

Me acuerdo de que Georges Washington tenía los dientes de madera.

Me acuerdo de los castillos de barras de los columpios y de las niñas a las que les daba igual que se les viesen las bragas.

Me acuerdo de una caja de ceras Crayola de auténtico lujo que tenía los colores dorado, plata y bronce.

Me acuerdo de ese trozo de carne blanca que se ve entre el dobladillo de los pantalones y los calcetines cuando los hombres mayores cruzan las piernas.

Me acuerdo de un hombre gordo que vendía seguros. Un caluroso día de verano fuimos a visitarle y llevaba puestos unos pantalones cortos y cuando se sentó se le salió un huevo. Me acuerdo de que era igual de difícil mirarlo que no mirarlo.

Me acuerdo de uno de mis primeros recuerdos, con una niña mayor que yo en una tienda de chucherías. El hombre le preguntó que qué quería, así que ella eligió algunas cosas y cuando el hombre le pidió el dinero ella le contestó: «Ah, pero si no tengo dinero. Usted me ha preguntado que qué quería y se lo he dicho». Se me quedó grabado.

«ME ACUERDO (I REMEMBER)» (2) – JOE BRAINARD


Joe Brainard
Fragmentos extraídos de «Me acuerdo», la obra de Joe Brainard publicada por Sexto Piso y traducida por Julia Osuna Aguilar.

Me acuerdo de cuando vendía sangre cada tres meses en la Segunda Avenida.

Me acuerdo de haber intentado imaginarme a mi madre y a mi padre follando.

Me acuerdo de pasar la mano por debajo de las mesas de los bares y notar todos los chicles.

Me acuerdo de la silla detrás de la que solía pegar los mocos.

Me acuerdo de fantasear con morir y con lo triste que estaría todo el mundo.

Me acuerdo de que la vida era tan seria entonces como lo es ahora.

Me acuerdo de un niño más pequeño que yo que vivía al final de la calle. A veces me escondía uno de sus juguetes en los calzoncillos y hacía que él lo cogiese.

Me acuerdo de «Los negros tienen la polla enorme».

Me acuerdo de «Los chinos tienen la polla chica».

Me acuerdo de que mi padre se rascaba las pelotas un montón.

Me acuerdo de decir «gracias» en ocasiones que no lo requieren.

Me acuerdo de evitar mirar a los lisiados.

Me acuerdo de que cuando empecé a fumar les escribí una carta a mis padres contándoselo. Nunca mencionaron la carta y seguí fumando.

Me acuerdo de los pedos que huelen a huevo duro podrido.

Me acuerdo de un día muy caluroso de verano en el que se me ocurrió poner cubitos de hielo en el acuario y se me murieron todos los peces.

Me acuerdo del «pasado lila». (Él tiene un…).

Me acuerdo de que en todo autobús siempre hay un soldado.

Me acuerdo de una niña alemana muy guapa que, simplemente, no olía bien.

Me acuerdo de las lavanderías por la noche, con todas las luces encendidas y nadie dentro.

Me acuerdo de que me preguntaba por qué, si Jesús podía curar a los enfermos, no curaba a todos los enfermos.

Me acuerdo de comer túneles y ciudades construidos con sandía.

Me acuerdo del daño que puede hacer el rock & roll. Puede ser tan libre y sensual cuando tú no lo eres…

Me acuerdo de querer dormir en el patio de atrás y de que se riesen de mí diciendo que no iba a aguantar la noche entera y de, al final, dormir fuera y no aguantar la noche entera.

Me acuerdo de haber intentado chupármela una vez, pero no llegó a funcionar.

Me acuerdo de haberme deshecho de todo lo que tenía en dos ocasiones.

«ME ACUERDO (I REMEMBER)» (1) – JOE BRAINARD

«Ultra New-Realism Self-Portrait», Joe Brainard

Fragmentos extraídos de «Me acuerdo», la obra de Joe Brainard publicada por Sexto Piso y traducida por Julia Osuna Aguilar.

Me acuerdo de cuando, en el instituto, si vestías de verde y amarillo los jueves significaba que eras gay.

Me acuerdo de haber tirado las gafas al mar desde el ferry de la isla de Staten en una oscura noche de dramatismo y depresión.

Me acuerdo de la primera vez que vi a Frank O´Hara. Bajaba por la Segunda Avenida. Aunque era una fría tarde de principios de primavera, sólo llevaba una camiseta blanca arremangada hasta los hombros. Y vaqueros. Y mocasines. Me acuerdo de que me pareció de lo más mariquita. Muy teatrero. Decadente. Me acuerdo de que me gustó al instante.

Me acuerdo de que fui explorador de los demolay. Ojalá recordase el saludo secreto para poder revelároslo.

Me acuerdo de mi abuelo, que no creía en los médicos. No trabajaba porque tenía un tumor. Se pasaba el día jugando a las cartas. También escribía poemas. Tenía las uñas de los pies largas y feas. Hacia todo lo posible por no mirarle los pies.

Me acuerdo del hígado.

Me acuerdo de un día en que, yendo al centro en un autobús, en Tulsa, un chaval que me sonaba del colegio se sentó a mi lado y empezó a preguntarme cosas como «¿Te gustan las niñas?». Era un auténtico freak. Cuando llegamos al centro (donde estaban todas las tiendas), me siguió hasta que al final me convenció para que fuese con él al banco, tenía que guardar una cosa en una caja de seguridad. Me acuerdo de que por aquel entonces yo no sabía lo que era una caja de seguridad. Cuando llegamos al banco un banquero le dio una caja y nos llevó a una cabina con cortinas doradas. El chaval abrió la caja y sacó una pistola. Me la enseñó y me hice el sorprendido, la volvió a meter en la caja y me preguntó si me bajaría los pantalones. Dije que no. Me acuerdo de que me temblaban las rodillas. Cuando salimos del banco, le dije que tenía que ir al Brown-Dunkin´s (los mayores grandes almacenes de Tulsa) y me respondió que él también tenía que ir. Para ir al servicio. En el servicio de caballeros volvió a intentar algo (no me acuerdo de qué exactamente) pero salí corriendo por la puerta, y ahí se quedó la cosa. Es muy extraño que un niño de once o doce años tenga una caja de seguridad. Con una pistola dentro. Tenía una hermana mayor de la que se decía que era «una perdida».

Me acuerdo de muchos primeros días de colegio. Y de ese sentimiento de vacío.

Me acuerdo de cuando los chicos malos llevaban los vaqueros tan bajos que el director tuvo que fijar también un límite para eso. Creo que el máximo eran siete centímetros por debajo del ombligo.

Me acuerdo de muchos septiembres.

Me acuerdo de cuando mi padre decía «Las manos fuera del edredón», cuando venía a darnos las buenas noches. Pero lo decía de buenas.

Me acuerdo de cuando pensaba que si hacías algo malo, la policía te metía en la cárcel.

"ME ACUERDO" - JAVIER SERRANO


... ME ACUERDO
619-Me acuerdo de algo que pasó ayer en el autoservicio Dia de mi barrio. Delante de mí, en la caja, una madre con un carro con un bebé dentro y otro niño al lado. La mamá ha desplegado todos los artículos comprados y se dispone a pagar. Suena la alarma, algo ocurre con su compra. Todos se preguntan qué está pasando y la madre es la primera en interpelar a su hijo si ha cogido algo y se lo ha escondido. Varios pares de ojos, incluido el mío, convergen sobre el crío, convertido ahora en sospechoso, que no entiende nada de nada, al tiempo que su madre se sonroja y se excusa diciendo que hace un rato el muchacho se fijó en una bolsa de caramelos. Jamás había hecho algo así, añade. La cajera anima, en tono paternalista, al chaval para que si ha cogido algo lo devuelva. La madre: ¿no querrás ser un chorizo? El niño, frunciendo el ceño y sin comprender de qué se le acusa, se defiende: Yo no he comido chorizo (sic). Llega la superintendente del Dia (o sea, la otra empleada (solo hay dos)) y somete al crío a una prueba pericial: a ver, niño, entra y luego sal. El crío obedece y no salta la alarma. ¡Inocente! Disculpas por ambos bandos, sonrisas. A veces salta la alarma sola, arguye alguien, mientras la tranquilidad, una tranquilidad low cost, vuelve a instalarse en el Dia...


"ME ACUERDO" - JAVIER SERRANO


573-Me acuerdo de esos hombres, a menudo gitanos, que pasaban por la calle gritando: «¡Ha llegado el chatarrerooo! ¡El chatarrerooo ha llegado, oigaaa! ¡El chatarrerooo, ha llegado el chatarrerooo!». El tapicero utilizaba una fórmula similar, pero sustituyendo «chatarrerooo» por «tapicerooo», mientras que el melonerooo gritaba lo de «¡Vaya meloneees que llevo hoy, señora!». Con todo, yo prefería la elegancia del afilador de cuchillos y tijeras: subido a su bicicleta, anunciaba su llegada con la melodía de un chiflo.


"ME ACUERDO" - JAVIER SERRANO

"La Pecera", cafetería del Círculo de Bellas Artes (Madrid)

342-Me acuerdo de una cita a ciegas que tuve con una chica a la que había conocido en un chat de internet. Fue en la cafetería del Círculo de Bellas Artes, un viernes. Acudí con algo de antelación sobre la hoja fijada, pedí un café y me puse a leer un libro. A este café se le conoce popularmente como “La Pecera”, ya que en el pasado la gente de a pie que pasaba por la calle miraba a través de sus cristales a los pudientes que podían permitirse el lujo de entrar. Hoy en día ya no es así, si bien es cierto que cobran un euro por entrar. Su interior es amplio y suntuoso, con cuadros enormes en las paredes, columnas, suelo de madera, grandes ventanales, una araña colgando de un techo decorado con trampantojos y hasta una escultura con el escorzo yacente de una mujer desnuda. No es raro toparse en esta pecera con famosos o personajes más o menos ilustres. Cuando ya había pasado un tiempo más que prudencial sin que ocurriera nada, supuse que la chica en cuestión —esa mujer de la que no conocía absolutamente nada de su físico— debía de estar sentada en alguna de las mesas, en una actitud parecida a la mía. Me dediqué entonces a observar a todas las féminas que estaban solas, intentando descubrir algún gesto delator. Al poco, ya me acercaba a una para hacerle la pregunta: “Perdona, ¿tú eres…?”. No. Regresé cabizbajo y ruborizado hasta mi asiento, a mi trinchera, mientras aquel “no” seguía reverberando entre los muros de la pecera. Luego hubo un segundo y hasta un tercer intento, todos ellos marrados, que contribuyeron aun más al enrarecimiento del ambiente. Cuando mi sentido del ridículo había rebosado ampliamente su límite, abandoné la cafetería y regresé a mi casa. Aquella noche, volví al mismo chat. No encontré la disculpa que buscaba, pero al menos conocí a otra chica que rápidamente me hizo olvidar el reciente varapalo. Después de un buen rato conversando y tras descubrir “misteriosas coincidencias”, me di cuenta de que se trataba de la misma chica, embozada tras otro seudónimo. Cuando saqué a relucir el episodio ocurrido en la cafetería, no le quedó más remedio que reconocer que efectivamente había sido ella la chica que me había dejado plantado. Luego hubo una excusa inverosímil, después reproches y acto seguido di por terminada la conversación. Tiempo después y casualmente, volví a coincidir varias veces con esa chica, siempre con alias tan diferentes como atractivos y que no tardaban en dejar traslucir ciertos “desórdenes psicológicos”. Sé que era ella porque nuestra conversación tendía a la repetición infinita, a un eterno déjà vu.

"ME ACUERDO" - JAVIER SERRANO


156-Me acuerdo de que en cierta ocasión me estaba limpiando el oído con un bastoncillo y sin que me diera cuenta en ese momento se me coló dentro el algodón. Tiempo después me quedé temporalmente sordo de ese lado, por lo que tuve que ir al médico de cabecera. Este, pese a poder ver el algodoncillo desde fuera, fue incapaz de extraerlo y hubo de remitirme a las urgencias del Hospital de la Princesa. El espectáculo allí era de lo más deprimente, sin un orden claro entre los que esperábamos a ser atendidos y con personas que llegaban con problemas realmente urgentes. Al final el sentido común dictó que el orden que debía prevalecer era el de la gravedad del dolor o de las heridas, por lo que mi caso fue relegado a los últimos lugares. Cuando por fin me llegó el turno una doctora muy agradable procedió a sacar el algodoncillo de mi oreja. Desde entonces no he vuelto a utilizar tales artefactos.

157-Me acuerdo de cuando murió Antonio Vega, a los cincuenta años. A pesar de sus adicciones, Antonio siempre me ha parecido un hombre admirable, uno de los mejores letristas españoles y un tío coherente con su forma de pensar, incorruptible en la medida en que se puede ser incorruptible dentro del mercado musical español. Ese día, los de Radio Nacional de España, Radio-3, le dedicaron un monográfico que duró toda la jornada, algo insólito en Radio-3 y, huelga decirlo, en la radio española. Ese día también derramé unas lágrimas bajo mis gafas de sol. Supongo que las gafas de sol se hicieron para eso, ¿no?

158-Me acuerdo de cuando estuve en Tíbet. El gobierno chino tenía tan controlada la situación que solo permitía el acceso a un puñado de lugares contados; además, para conseguir el billete de avión era necesario haberlo comprado previamente en una agencia de viajes china, la cual se encargaba de integrarte dentro de un grupo de turistas a los que no conocías; una situación bastante forzada, la verdad. Una vez en suelo tibetano te olvidabas de aquel grupo artificial y continuabas a tu aire. El caso es que conseguí llegar hasta una ciudad llamada Sigatsé, hermosa dentro del paisaje desolado típicamente tibetano, con una lamasería que atraía a cientos de peregrinos y con una vida nocturna de lo más animada, con discotecas y decenas de pequeñas peluquerías donde se ejercía la prostitución. Recuerdo que en una de esas discotecas ponían bailes agarrados y podías ver a hombres bailando juntos (aclaro que no era un garito de ambiente, sino abierto al público en general). Mi intención era continuar viaje desde Sigatsé hacia Katmandú, en Nepal, a través de la denominada Friendship Highway (Autopista de la amistad), una carretera bastante espectacular, incluso peligrosa —dicen—, que atraviesa la cordillera del Himalaya. Busqué autobuses que hicieran la ruta, algún coche particular, pensé en hacer autoestop... Nada. Pese a que lo intenté por todos los medios a mi alcance fue completamente imposible seguir adelante. Se respetaba a rajatabla la consigna del gobierno chino de no permitir a nadie, salvo que se formara parte de un grupo organizado —otro—, proseguir el viaje más allá de Sigatsé. Decepcionado, tuve que regresar a Lasa, la capital.

"ME ACUERDO" - JAVIER SERRANO


121-Me acuerdo de todos los cines que había en mi barrio o cerca de él, a una distancia que se podía recorrer a pie. En aquella época, todo lo que no quedaba dentro de ese radio de acción, en la práctica no existía. Me acuerdo del nombre de esos cines y en lo que se convirtieron después: el Galaxia, que era el más cercano, en un hipermercado de la cadena Lidl; el San Remo, que hacía esquina, pasó a ser un salón de juego o un bingo, y luego un local de la cadena VIP´S; el cine Voz se quedó sin voz, convertido en un salón de bodas con mucho oropel en su fachada; y el Aragón, en una tienda de la cadena de ropa Sfera. Basta echar un vistazo para darse cuenta de que en mi barrio —en los barrios— ya no hay lugar para los sueños. Cualquier intento de acercamiento a la magia ha sido susitutuido por algo mucho más prosaico, también más banal, el consumo.

122-Me acuerdo del pueblo y de mi tío Antonio. En cierta ocasión nos enseñó —escena enternecedora— los gatitos que había parido una gata que había en su cuadra, no paraban de maullar, con los ojos todavía cerrados. Al día siguiente, o tal vez ese mismo día, cogió todos esos gatitos, los metió en un saco y jamás volvieron a maullar.

123-Me acuerdo de que, en el pueblo, un tal Loreto, al que mi hermano admiraba un montón, nos regaló un cachorro de perro, blanco y negro, precioso. Por fin teníamos perro, algo a lo que creo que aspira cualquier niño que se precie (no hacerlo supone haberse convertido en un niño-viejo). Lo dejamos durmiendo en el interior de una caja de zapatos. Al día siguiente amaneció muerto, con algo de sangre en el hocico. La versión oficial fue que se había muerto mientras dormía.

124-Me acuerdo de una mañana en que estaba corriendo por el parque de Los Pinos y un tipo, un adolescente con gafas, empezó a hacerme, a lo lejos, proposiciones sexuales. Al final, el tipo vino hacia mí, con paso muy decidido —en ese momento empecé a valorar seriamente la posibilidad de soltarle una hostia— y me gritó aquello de "¡Fóllame!". Sólo acerté a decirle, con una mezcla de nerviosismo y desprecio, lo de "¡maricón!", y seguí corriendo. Luego me enteré de que el parque de Los Pinos, como casi todos los parques, al caer el sol se llenaba de merodeadores y de mirones.

"ME ACUERDO" - JAVIER SERRANO


6-Me acuerdo de jugar subidos a la verja del colegio. Me acuerdo del día en que el Bernárdez se cayó y perdió el sentido al estrellar su cabeza contra el suelo.

7-Me acuerdo de los coches de choque, de la música, de las luces y de los tipos duros.

8-Me acuerdo de las ferias y de los feriantes.“Qué alegría, qué alboroto, le ha tocado el perro piloto”.

9-Me acuerdo de las pastillas de calcio “Osopan”. Las tomaba cuando era pequeño, para crecer. Volví a ver esas pastillas amarillas años después, se las daban a “Rita”, la perra doberman de mi hermano.

10-Me acuerdo de cuando en el colegio hablábamos de la “mano negra” y de que si entrabas en el servicio te la encontrarías. Me acuerdo de haber salido en mitad de la clase para ir al baño (toda una ordalía) y haber pasado miedo mientras meaba.

11-Me acuerdo del día en que cayeron las Torres Gemelas. Hablaba con Manolo, por teléfono, y pensé que se trataba de una nueva película. Desde entonces nada ha vuelto a ser igual.

"ME ACUERDO" - JAVIER SERRANO


109-Me acuerdo de que cuando éramos pequeños casi todos nuestros problemas de tipo médico se resolvían por vía anal: bien con los siempre engorrosos supositorios, bien -en el peor de los casos- con inyecciones en la nalga administradas por un psicópata. Esto explica, al menos en cierta medida, la mala hostia de toda una generación.

110-Me acuerdo de que cuando era pequeño y tenía problemas médicos acudía con mi madre a una pequeña clínica llena de madres con niños pequeños con problemas médicos. En la clínica sólo había dos batas: la de don Jorge, el médico de cabecera, el poli bueno, el del fonendoscopio, el que te regalaba el palo de madera con que te acababa de examinar la lengua; y la de don Paco, el practicante (supongo que porque practicaba el genocidio de niños), el poli malo, el asesino de sonrisa siniestra, el... Cuando se entraba en aquella clínica se palpaba cierto nerviosismo en el ambiente, se olía el sudor propio de los mataderos...


"OJO VAGO" - JAVIER SERRANO


105-Me acuerdo de que cuando tenía unos cinco o seis años me diagnosticaron un ojo vago, el derecho, y me mandaron unas gafas correctoras. Por aquella época, y como parte también del tratamiento, me obligaban a ponerme un parche -un trozo de esparadrapo con algo de adhesivo- en el ojo contrario, para forzar así al ojo vago a trabajar. Me daba tal corte mi aspecto de pirata cegato que no salía a la calle durante la hora que duraba la penitencia. Con el tiempo el problema se fue corrigiendo, si bien no recuerdo cómo, pues al día de hoy no sé si el ojo derecho dejó de ser vago o la pereza se extendió al resto del cuerpo, en una suerte de metástasis holgazana.



"VIDA Y HECHOS DE PATTI SMITH" - JAVIER SERRANO


77-Me acuerdo de Patti Smith cuando vino a inaugurar una exposición en La Casa Encendida, Vida y hechos de Arthur Rimbaud. Recuerdo que yo estaba viendo esa exposición y escuchaba de fondo una horrible voz que parecía perseguirme, una voz femenina, monocorde, grave y en inglés, que le daba explicaciones a otra persona. Cuando ya no pude soportarlo más, chisté. Resultó que la propietaria de la voz de marras era la "madrina del punk", la mismísima Patti Smith. Me acuerdo que me miró con sorpresa, con odio infinito también. Todavía me escuecen los ojos.

"LAS CLOACAS" - JAVIER SERRANO SÁNCHEZ

Lo que sigue es un Me Acuerdo, en concreto, el número 73:

73-Me acuerdo de las cloacas. Así, cloacas, en plural, llamábamos mis amigos y yo, siendo apenas unos mocosos, al tramo de la red de alcantarillado que de vez en cuando frecuéntabamos, con una linterna o un puñado de cerillas por todo viático. Desde el parque de la Fuente del Berro hasta el puente de Ventas. Poco más de un kilómetro a oscuras. Ida y vuelta para la pandilla de ratas. Apenas una pequeña parte de un mundo subterráneo y fascinante, de una red oculta bajo la ciudad inmensa e igualmente desconocida. Pequeños niños-rata caminando junto a un río de oscuras aguas residuales, bajo un techo semicircular y una atmósfera húmeda. Las cloacas. Las tripas de la ciudad.

ME ACUERDO - Javier Serrano Sánchez

ME ACUERDO

En 1970 vio la luz un libro titulado “I remember”. Estaba escrito por Joe Brainard y comenzaba así:

“Me acuerdo de la primera vez que me mandaron una carta en uno de esos sobres donde decía «Devolver a los cinco días a» y de que pensaba que a los cinco días tenía que devolver la carta.”

Algo después y siguiendo la estela de Brainard, Georges Perec publica “Je me souviens”. Así define Perec los Me Acuerdo:

"Los Me acuerdo son pequeños pedazos de cotidianidad que fueron vividos y compartidos y luego olvidados. Sin embargo, de repente regresan, por azar o porque han sido buscados entre amigos una noche: es algo que aprendimos en el colegio, un campeón, una canción, un cantante, un escándalo, un slogan, un traje o una costumbre, totalmente banal, que por un milagro es arrancada a su insignificancia y es reencontrada por unos instantes, provocando unos segundos de una impalpable y pequeña nostalgia".

Como la idea me pareció sugerente, cogí el relevo dejado por ambos y empecé a escribir mis propios Me Acuerdo. Aquí están algunos:

ME ACUERDO

1-Me acuerdo del cine Galaxia y de su programa doble. Sus películas de Esteso y Pajares, de zombies, de artes marciales...

2-Me acuerdo de una fogata junto a una parroquia y de un muchacho, el “Patato”, a cuya ropa se pega el fuego. Me acuerdo de su carrera alocada con la espalda en llamas. Injerto de piel.

3-Me acuerdo de chicos metidos en cajones de fruta de plástico deslizándose por las escaleras junto al mercado.

4-Me acuerdo de yonkis metiéndose un chute de caballo mientras jugamos al fútbol.

5-Me acuerdo de colarme en mi colegio, “Islas Filipinas”, y caminar sobre sus tejados en el silencio de la tarde.

6-Me acuerdo de jugar subidos a la verja del colegio. Me acuerdo del día en que el Bernárdez se cayó y perdió el sentido al estrellar su cabeza contra el suelo.

7-Me acuerdo de los coches de choque, de la música, las luces y de los tipos duros.

8-Me acuerdo de las ferias y los feriantes.“Qué alegría, qué alboroto, le ha tocado el perro piloto”.

9-Me acuerdo de cuando en el instituto (¿o era en el colegio?) hablábamos de la “mano negra” y de que si entrabas en el servicio te la encontrarías. Me acuerdo de haber salido en mitad de la clase al baño y haber tenido miedo mientras meaba.

10-Me acuerdo del día en que cayeron las Torres Gemelas. Hablaba con Manolo, por teléfono, y pensé que se trataba de una nueva película. Desde entonces nada ha vuelto a ser igual.

11-Me acuerdo de los iraquíes, en barcas sobre el río Tigris, festejando la marcha de los norteamericanos.